MIAMI, Estados Unidos. – En los últimos meses he perdido a varios de mis maestros y profesores, todos ellos figuras instrumentales en mi desarrollo académico, profesional y personal. La noticia del fallecimiento de otro de ellos, Tomás Fernández Travieso, me causa gran tristeza en varios niveles.
Para Cuba, Fernández Travieso representaba la valentía del presidio político cubano. Nacido en La Habana el 24 de septiembre de 1942, estudió en el Colegio de La Salle durante una época en la cual se involucró en la lucha contra la dictadura castrista como miembro del Directorio Revolucionario Estudiantil (DRE).
En 1961, junto a Virgilio Campanearía Ángel y Alberto Tapia Ruano, fue acusado en la causa número 136 de 1961 por “cometer crímenes contra los poderes del Estado”. Los tres fueron condenados a muerte, pero Fernández Travieso se salvó del paredón por apenas contar con 17 años. Sin embargo, fue condenado a 30 años de prisión, de los cuales cumplió 19.
Fue en prisión que Tommy, como le conocían sus compañeros de presidio, escribió cuentos cortos, poemas y una obra de teatro, Prometeo. Esta fue sacada de la prisión clandestinamente y puesta en escena el 20 y 21 de marzo de 1976 por el Grupo Prometeo del Miami Dade Community College.
Debido a esta presentación, la dictadura castrista extendió su condena y lo transfirió al presidio del Combinado del Este. En octubre de 1979, Fernández Travieso fue excarcelado gracias a una gestión del gobierno de Venezuela, entonces gobernada por el presidente Luis Herrera Campins.
Al llegar al exilio, Fernández Travieso obtuvo una licenciatura en Creighton University en Omaha, Nebraska. Radicado definitivamente en Miami, fue director ejecutivo de la organización de asistencia comunitaria Ayuda U.S.A., escribió la novela El Silencio del Ayer y varios cuentos, entre ellos El regreso, Mi hermano Johny, Muchacho, ayúdame a subir al caballo y La Casa de Fiestas, y obtuvo una maestría de la Universidad Internacional de la Florida (FIU). Fue este título el cual le permitió comenzar una nueva faceta como maestro, así cruzándose nuestros destinos.
El Sr. Travieso, como lo conocíamos sus estudiantes, fue mi maestro de español durante séptimo y octavo grado en la escuela George Washington Carver Middle School. En sus clases, Travieso nos abrió nuevos horizontes en la literatura española e hispanoamericana. Nos enseñó las obras de Alejandro Casona, José de Espronceda y otros gigantes de la literatura.
Entre los textos que más recuerdo de su clase esta “La canción del pirata”, obra del propio Espronceda, la cual Travieso nos hizo memorizar y recitar en clase. Confieso que no le puse esfuerzo a memorizarla, ya que siempre he considerado tener mala retentiva. Sin embargo, nunca olvidaré el poema.
“Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
Ya la di,
cuando el yugo
del esclavo,
como un bravo,
sacudí”.
¿Qué nos estaría diciendo con su selección de ese poema? ¿Por qué insistía en que sus estudiantes nos lo memorizáramos? Me tomó mucho tiempo comprender el mensaje del poema, el cual tanto ilustraba el espíritu de Travieso.
Travieso era muy reservado y humilde ante nosotros. Nunca supimos de su historial de lucha. Algunos sabíamos que había estado preso en Cuba, según algunos rumores entre los muchachos, “por tratar de matar a Fidel Castro”. Ni siquiera sabíamos que nuestro maestro de español era un autor y dramaturgo de peso en las letras cubanas.
Esa imagen, casi mítica, de aquel luchador por la libertad de Cuba, quedó plasmada en mi mente. Recuerdo el día que otro ex preso político y antiguo maestro mío, Eduardo Capote Rodríguez, me pidió que le entregara un libro. Al hacerlo, me sentí cercano a un grupo especial de cubanos que hicieron historia.
Nunca me imaginaría que, décadas más tarde, tendría interacciones similares a diario. Cuando el correo de Estados Unidos emitió el sello honrando al Padre Félix Varela, recuerdo que alguien le hizo llegar una hoja de ellos, la cual él guardó sin alardes, pero con un aire de patriotismo y orgullo, como el que guarda un tesoro.
Años después, ya graduado de la universidad, volví a reencontrarme con el Sr. Travieso. Pude mostrarle mis éxitos académicos y darle la satisfacción de que uno de sus estudiantes escribió varios libros. Pude compartir con él en varios momentos, como en el Primer Encuentro del Libro Cubano Exiliado celebrado en FIU en 2015. A Travieso le afectó mucho el fallecimiento de su esposa, Cecilia La Villa, también destacada luchadora anticastrista, ocurrido en abril de 2020. Este Jueves Santo se nos fue un gran maestro y un patriota cubano. Entre sus huellas, nos dejó a una nueva generación una lección de vida inmortalizada por las palabras de Espronceda en su poema:
“Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar”.
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